Texto: Tanuki Yuki

Muchas veces empiezo a leer un libro sabiendo que me va a gustar. Ya tengo una empatía con la escritora, me gustaron muchas de sus otras novelas. Pero después de haber leído esta, con un estilo muy poco habitual (entre ensayo y biografía), me doy cuenta de que lo que me atrae es mucho más que su actividad como escritora. En este libro se puede ver quién y cómo es la persona detrás de la escritora, la persona que piensa, siente, medita y se cuestiona, llena de anhelos y autocríticas. Podemos entender por qué escribe como escribe, aunque rara vez hable de sus métodos en sí. Pasamos a poder entender cómo piensa. Y es un placer descubrir a alguien tan sabio y tan humilde, capaz retransmitir sus opiniones y sus ideas sin imponerlas. 

Por otra parte, para alguien como yo, que crecí y llegue a la adultez rodeada de amigos imaginarios, me da esperanza ver que puedo tener cosas en común con alguien que vive en la otra punta del planeta, criado en otra cultura y con otras costumbres. Si existe alguien así, allá lejos también debe haberlos más cerca. Y mi idea del mundo y hacia donde nos dirigimos mejora un poco. 

Cuando uno es chico y te hablan de alguien sabio no podes evitar imaginarte a un anciano que leyó mucho pero, a medida que vas creciendo uno va descubriendo distintos tipos de sabiduría, incluso en tus congéneres (y eso que en mi opinión mi generación del 85 deja mucho que desear). Bueno, Yoshimoto parece alguien que no que nació sabio pero, si que se fue haciendo sabia pronto. 

Como todos los humanos, nos damos cuenta de lo que nos importa estar sanos cuando enfermamos y prometemos no volver a descuidarnos. Pero, ni bien estamos otra vez sanos, no nos toma mucho tiempo volver a las andadas. Cuando alguien cercano se muere pensamos porque no aproveche más el tiempo que pasamos juntos pero, a diario tenemos gente que nos rodea con la que no disfrutamos de un segundo. En general lo atribuimos al ritmo de vida y a las exigencias de la sociedad actual. No Yoshimoto, ella pareciera poder sostener en el tiempo esa actitud de aprovechar las cosas buenas, las pequeñas cosos buenas de todos los días, antes de perderlas y así conservar esos recuerdos para siempre. Para ella no hace falta perderá alguien para acordarse todo el tiempo que hay que disfrutar cada momento que tenemos con los seres queridos. Pero no desde una perspectiva triste, ni remotamente cerca, sino de que son estas cosas las que nos dan felicidad día a dia.

En la actualidad no hay mucha gente capaz de ello (de hecho yo intento recordármelo a cada segundo pero, ni bien tengo un poco de estrés por el trabajo entro en modo histeria y me olvido hasta de mimar a mi perro y siempre prometo no volverlo a hacer, pero soy humana).

Con todo, Un viaje llamado vida, es definitivamente un libro para reflexionar sobre nuestras propias actitudes y prioridades. Es una apuesta a que todos nos hagamos un poco más sabios.